Para Greg Robbins, ingeniero de software de formación, el mundo del luthier siempre algo mágico, por eso desde niño ha perseguido su sueño hasta hacerlo realidad. Esta es su historia.

Quizá lo recuerdes de otros contenidos de woodiswood, como la wood2talk que protagoniza con Juan Elvira y que puedes ver y leer aquí.

 “Mi nombre es Greg Robbins y soy luthier de guitarras eléctricas”. Así empieza nuestra charla con Greg, con una declaración de intenciones en toda regla tras la que se esconde toda una vida en la que la creatividad siempre ha estado muy presente, incluso mientras su “profesión principal en la vida” como nos cuenta, era la de “ingeniero de software”.

Tras trabajar durante muchos años en San Francisco, en Silicon Valley, en el ámbito de comercio electrónico, Greg se mudó a España. “Yo soy de Estados Unidos, pero llevo más de la mitad de mi vida en España. Viví en Barcelona más de 20 años y ahora estoy viviendo aquí en Madrid”.

Ha sido aquí donde ha convertido “lo que era un hobby, que es la lutería” en su profesión.

Greg preparando la base para una guitarra

Es algo vocacional y que le viene de familia, ambas cosas. Y es que, como nos cuenta Greg, en ella “la creatividad es un hilo bastante arraigado”. Por un lado, enfocada en la madera, ya que su bisabuelo que “era carpintero profesional” y “mis abuelos, mi padre, mis tíos… todos han sido aficionados a trabajar con madera de una forma u otra”. Y por otro, enfocada a la música, pues “desde hace muchas generaciones todos somos músicos, la música siempre ha sido una parte importante de mi vida”.

Y cuando dice siempre, Greg nos invita a retroceder hasta su niñez, ya que “desde que era un niño pequeño me fascinaban los luthiers”, para él era “como la profesión mágica.”

Greg tocando una de las guitarras hechas en el taller de The Work Shop en Madrid

Ha sido durante los últimos 6 o 7 años cuando Greg ha empezado a hacer sus pinitos en el mundo de la reparación y fabricación de guitarras. Un proceso lento, pero constante y decidido, y que le ha abierto la mente (y las puertas) a un proyecto mucho más amplio llamado The Workshop. ¿Te suena ese nombre? Se trata de un espacio en pleno Madrid para todas esas personas que tenían un proyecto, pero no un lugar en el que hacerlo realidad, y del que hace unas semanas te trajimos un artículo completo que, si no lo has leído todavía, puedes leer aquí.

En The Workshop Greg conoció a Fabrizio Grassi, carpintero y ebanista italiano. Casi podemos decir que fue un amor a primera vista, por cómo lo cuenta Greg: “me acerqué, conocí a Fabrizio y nos hicimos amigos rápidamente”. A partir de ahí, Greg empezó a dar forma a sus guitarras, al inicio “bastante sencillas, pero muy populares”. Poco a poco otros coworkers empezaron a interesarse por su trabajo y, viendo que “había interés por aprender a hacer lo que estaba haciendo yo” surgió la idea de “dar clases, de enseñar a gente que no tenía ninguna experiencia en construcción de instrumentos” los entresijos del trabajo de luthier.

Alumnos del taller de Greg, de guitarras eléctricas

Y lo hace de una forma diferente, única, muy al estilo Greg Robbins, como no podía ser de otra forma. “Lo que pretendemos hacer es que tú construyas tu guitarra eléctrica en un fin de semana. Es un fin de semana muy intenso. El primer día hacemos lo que es el cuerpo, el segundo día el ensamblaje y la puesta a punto del instrumento” y así cada uno de los alumnos de los cursos de luthier de Greg consigue fabricar “una guitarra buenísima al final de dos días”. Se trata de una auténtica introducción a la lutería de un auténtico maestro en la materia. De un apasionado de la música que le pone todo el alma para que otros apasionados como él puedan seguir disfrutando de los que más les gusta.

Y para muestra, una anécdota. Un cliente habitual llegó hace algún tiempo al taller de Greg al borde del llanto. Había pedido que le enviaran su bajo desde África, y en paquete consistía en una bolsa de plástico, sin protección alguna. Como consecuencia, “llegó con la madera rota, medio destrozado, en muy mal estado”. Greg se pudo manos a la obra para reconstruir el instrumento “y cuando estaba trabajando sobre el bajo, me di cuenta de que no era un bajo de fabricación masiva, sino que alguien lo había hecho a mano. Entonces me hizo bastante ilusión poder hacer las reparaciones y un poco seguir lo que veía que el otro luthier había hecho e intentar conservar las técnicas o los elementos y devolverlo a su estado original”. Y vaya si lo hizo. Cuando su cliente vino a recoger el instrumento “me abrazó, tocó el bajo y dijo ‘éste es mi bajo otra vez´. Y sigue siendo un buen cliente, nos vemos de vez en cuando, le hago pequeñas reparaciones, instrumentos… y sus amigos ahora vienen a traerme sus instrumentos para reparaciones, ajustes o lo que sea”, comenta Greg orgulloso.

Espacio de trabajo de The Work Shop donde Greg y sus alumnos usan las herramientas

La historia y el proyecto de Greg darían para más de un artículo, pero de momento vamos a ir terminando este. Y lo vamos a hacer con tres reflexiones que nos dejó Greg durante nuestra charla.

Una sobre hacer siempre lo que te gusta: “después de 20 años de comercio electrónico y datos y reuniones y requerimientos y tablas de Excel es muy gratificante trabajar con algo real”.

Otra sobre los beneficios de trabajar con las manos: “tengo un alumno de la clase que dice es que hacer guitarras me sale mucho más barato que la terapia”.

 Y otra sobre que lo importante no es el destino, sino el camino: “hazlo, inténtalo, si sale bien o sale mal no importa, porque vas a disfrutar mucho de viaje”.

Greg, actuando en directo

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