No le pasa a todo el mundo. Me refiero al hecho de ser capaz de acordarse de cuándo lo que será tu pasión entra de lleno en tu vida. Debe ser una sensación bastante difícil de explicar. Una mezcla de sorpresa y alegría, un chute de energía, un mundo nuevo por descubrir en el que estás deseando zambullirte.
Nacio es de esas personas capaces de precisar con exactitud el día que la madera le robó el corazón. “Siendo un chaval encontré una pieza en casa de mis padres que no había hecho mi padre, pero sí que la había encargado a un ebanista amigo suyo, cuando mi padre y mi madre eran novios. Entonces cuando yo vi esa pieza la verdad que me impactó mucho. Dije: yo tengo que hacer algo como esto”.
En ese mismo instante comenzó su romance con el material. Primero de forma totalmente autodidacta, hasta que tiempo después conoció la obra de un maestro artesano de Asturias, Rogelio Riesgo. Como el propio Nacio afirma, “fue mi gran maestro, mi gran mentor. Fui alumno suyo durante el periodo de formación en la escuela y cuando acabamos esa parte ya me fui con él a su taller. Después él se jubiló y yo monté mi propio taller. Tuvimos una relación muy paterno filial”.
De Rogelio, tallista “de una calidad sublime”, Nacio aprendió un oficio bonito y muy enriquecedor, pero que “ya estaba muerto”. Entonces, de la talla pasó a la ebanistería fabricando muebles de madera maciza. Y de ahí a la carpintería. Y ahora se encuentra en una etapa que para él es “un poco cerrar el círculo”, ya que “estamos haciendo tanto formación como producción de edificación en madera” consciente de que “va a haber mucha demanda de producto y va a haber mucha demanda de formación” con este material que Nacio considera “el material del siglo XXI”.
Toda una vida aprendiendo de la madera, y ahora es él al que consideran un maestro artesano. De hecho, así lo reconoce la Red de Maestros de la Construcción Tradicional, “un orgullo” para Nacio y, a veces “una exigencia” ya que para él “es un proyecto muy interesante” y, además, muy necesario porque “vivimos en una muy mediatizada por el dinero y esta parte del amor por el oficio, por el material, que va más allá de la parte económica” es lo que transmite y potencia este proyecto “y eso es muy de agradecer”.
Una visión del oficio que a Nacio le encanta transmitir a las nuevas generaciones. “Tenemos que hacer que la gente joven entienda que los oficios aparte de que tienen un futuro económico, a nivel de crecimiento personal, de desarrollo vital, aportan muchísimas cosas”.
Dicen que si eliges un trabajo que te gusta no tendrás que trabajar ni un día de tu vida. Tampoco es eso, porque, como comenta Nacio “al final todos tenemos que trabajar”, pero “si lo que haces realmente te llena, es muchísimo más fácil. Y si encima te pagan por ello, no puedes pedir más. Lo siguiente ya viene sólo que es que haces amigos. Porque al final ya no tengo clientes, tengo amigos”.
Una filosofía de vida en la que el disfrute lo impregna todo. “La esencia es que realmente disfrutes de lo que haces y que encuentres ese camino en el que desarrollarte como persona”.
La suya es una profesión sin fin en la que estás en constante aprendizaje. Quizá por eso, entre otras cosas, para Nacio lo fundamental, más que el proceso o el producto, es el material.
Por eso no trabaja maderas tropicales, “es una cuestión de política y de pensamiento. Yo trabajo maderas europeas de kilómetro cero y a poder ser lo más autóctonas posible, siempre sabiendo de dónde procede la madera, siendo consciente de qué estás haciendo y con un respeto absoluto por la por la naturaleza, por el por lo que nos da el planeta, que al final no es nuestro”.
El castaño y Nacio son inseparables. Primero, porque el que él usa cumple con todos los requisitos previos: es una madera autóctona y se extrae de una explotación sostenible, controlada y de kilómetro cero. Después, por sus cualidades: produce una madera muy versátil que es durable y tiene un buen acabado, buen proceso de mecanizado… “Realmente a mí me cuesta mucho encontrarle una desventaja al castaño”, concluye Nacio.
Puede que sea el material perfecto, aunque como rezaba la frase que Nacio y su maestro Rogelio tenían en su taller, “la perfección no existe, pero siempre hay que acercarse a ella”.
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