Vamos a empezar hablando de Nicholas profesor. Lleva más de 40 años enseñando a cientos de personas de todas las edades todo lo que él sabe sobre diseño y fabricación de muebles. Durante estas 4 décadas y pico ha visto cómo sus alumnos montaban sus propios negocios, empezaban a dedicarse a ello de manera profesional en otras empresas o simplemente iban adquiriendo conocimientos por pura diversión y entretenimiento.
Tal como nos cuenta desde su taller en el centro de Sevilla, más concretamente en la Antigua fábrica de sombreros Fernández y Roche, “tenía muchos estudiantes en Inglaterra que han llegado a sus crisis de los cuarentas también. Un director de petróleo en Escocia que se hartó de su trabajo y dijo “quiero hacer muebles". Me acuerdo de otro que se puso en contacto conmigo, había sido uno de mis alumnos de ebanistería en el instituto y me dijo que le gustaría saber si podía venir a hacer un curso conmigo. Otros vienen por mero gustazo. Quieren hacer una cajita. Solo quieren la experiencia. O aprender cómo cepillar madera. Se fascinaba desde niño ver a su abuelo cepillando madera y entonces quieren hacer lo mismo”.
Eso sí, sus grupos siempre han tenido ese aire íntimo que a Nicholas le gusta. Tener un máximo de tres estudiantes es lo que asegura una experiencia provechosa y en la que el maestro puede aportar todo lo que el alumno necesita cuando lo necesita.
5 días, 10 días, varios meses o un año. La duración de sus cursos se va adaptando en función del nivel y el objetivo. Durante todo ese tiempo, además, los alumnos pueden ver en vivo y en directo como Nicholas realiza trabajo real y atiende a sus pedidos, así que poco más se puede pedir.
Para él, “es un placer enorme, no sólo fabricar y diseñar, sino enseñando a los demás. Yo quiero que otra gente pueda disfrutar de este método de vida también”.
Una pasión que pone en cada una de sus clases y también en cada una de sus piezas. ¿O deberíamos denominarlas obras de arte? Nicholas las define como “puro placer”.
“Me gusta la forma matemática de proporción perfecta, pero también me gustan las cosas muy orgánicas, que no tienen una regla, que son pura estética. Me gusta esto muchísimo”. Esto conlleva muchas más horas de “investigación en esta dirección”, de trabajar las formas, de “jugar con las reglas, las normas”, que si alguien o tú mismo dice “no debes hacer esto” lo primero que hagas sea preguntarte “¿por qué no? Y si lo hago, ¿qué?”.
Como buen autodidacta, a Nicholas le gusta “meter las manos en todo” y le interesa “absolutamente todo”, aunque hay cosas que prefiere dejar a los expertos.
Uno de sus lemas es “si eres capaz de dibujarla, eres capaz de fabricarla tú mismo”. Y en ese proceso que va del lápiz al acabado final “las equivocaciones son muy importantes. Todos aprendemos de las equivocaciones. El proceso entero me encanta. Cada boceto. Tengo que pensar muchas veces, otras veces poner unas líneas en el papel, dejarlas, olvidarlas unos días y dar la vuelta al dibujo”.
Un dibujo que, por nada que pudiera parecer, junto al espacio, es la base de todo. Porque, aunque algunos no lo tengan muy en cuenta, para Nicholas “el espacio tiene igual importancia que el volumen que has dibujado”.
Un mundo de detalles imperceptibles para muchos, pero fundamentales para los genios. “De mi maestro en Inglaterra aprendí un montón. Porque él siempre cuestionaba sus decisiones estéticas”. Por eso Nicholas siempre se pregunta si “¿eso es lo mejor que puedo hacer? ¿O puedo darle una vuelta de tuerca más? ¿Puedo mejorar esta línea? ¿Mejorar la forma? ¿Mejorar la curva?”.
Preguntas de las que no siempre obtiene respuestas agradables, pero “a veces tienes que oírlo y ser valiente y empezar desde cero. Los grandes artistas nunca terminan sus cuadros. Yo veo diseños míos diez años después y puedo decir si podría haber mejorado algo, pero en aquel momento, hace diez años, no era capaz de verlo. Ahora, diez años más tarde, he evolucionado y puedo verlo, puedo darle una vuelta de tuerca más. Es inevitable”.
Desde que llegó a Sevilla ha tenido que adaptar su forma de trabajar y, sobre todo, los materiales con los que trabaja. Algo que para muchos podría suponer una limitación, pero que para él supuso “una libertad de expresión”.
El calor intenso de verano y el aire acondicionado de los pisos que seca mucho la madera le hicieron pensar en abandonar la madera maciza. “Yo quiero que mis muebles sean seguros durante años. Son muebles de herencia”. Y ahí apareció la chapa. “Estoy usando más chapa que nunca. Y las formas han cambiado”.
El hecho de usar y expresarse a través de este material a la vez que explorado otros materiales como el metal, define el gusto por probar cosas nuevas que siempre ha acompañado a Nicholas. “Estamos en esta vida para explorar, aprender, experimentar. Voy a seguir trabajando, diseñando y fabricando hasta que me muera. Voy a morir aquí con 120 años, espero, porque tengo tantos bocetos en mis libros que podría estar trabajando 20 años más para fabricar todos estos bocetos. Es un gustazo y me siento tan afortunado”.
En woodiswood también nos sentimos muy afortunados de poder charlar con Nicholas y conocer su historia, y en breve quizás, contemos la tuya.
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