Una de las ventajas de tener un abuelo es que te llena de buenas palabras. Otra, es todo lo que puedes aprender de su experiencia, de su saber hacer y de su sabiduría. Javier Maceiras tuvo, por lo menos, esas dos suertes.

Por una parte, él se define como artesano de la madera, porque “casi que artista te lo tiene que llamar alguien, ¿no?”, aunque su abuelo ya le decía “eres un artista de caray”.

Por otra parte, desde pequeño se hartaba de dar vueltas por la playa en busca de objetos, entre ellos la madera. Y, aunque es autodidacta, el trabajo con la madera ya formaba parte de la historia de su familia, por parte de abuelo. Y es que su tío abuelo era carpintero de ribeira, lo que quiere decir que se dedicaba a la construcción de barcos de madera.

A Javier siempre le gustó dibujar, desde muy niño. Y, aunque el volumen le interesó más tarde, él sabía que de una relación tan especial como la que tenía él con la madera tendría que salir algo igual de especial.

Así fue como en torno a 2008 comenzó a trabajar con la madera, haciendo pequeños trabajos para clientes particulares, algún bar… Como él mismo dice, fue algo que “siempre estuvo ahí” hasta que al final su cuerpo sacó todo lo que llevaba dentro y ahora se encuentra en “ese punto de estar disfrutando del proceso, de estar metido en esto tan bonito tantos años”.

Hace 3 años que su trabajo dio un giro hacia el mundo de la escultura, en el que está plenamente centrado en la actualidad. Un cambio que se dio de la forma más natural posible y en el que, con mucha probabilidad, el entorno natural en el que reside jugó un papel fundamental.

Y es que ese entorno se refleja hoy en día en cada una de las piezas que salen de su taller pegado a la playa de Bornalle, en Muros, A Coruña. “La zona donde vivo para mí es un sitio espectacular, lleno de biodiversidad” en el que “no hace falta esforzarse mucho para que te llegue la inspiración” porque, directamente, “te da en la cara”, nos comenta Javier entre risas.

Es de esa inspiración de donde nace su proceso creativo, en el que cualquier tipo de límite se difumina a favor de la improvisación. Javier no hace bocetos nunca, se centra en dejar volar su imaginación, en dar forma en su cabeza a las ideas que van llegando hasta que tiene claro cómo y a dónde quiere llegar. Algo que le sirve como guía, pero que muchas veces acaba adaptando en función de cómo avanza cada pieza en concreto.

Comienza buscando referencias en la naturaleza que tiene ante sí, observando y “empapándome un poco también en documentales, en libros, fotos…”. De ahí pasa a dibujar directamente sobre la madera, la escala y comienza a trabajarla. Aunque la idea está clara, “muchas veces las piezas que comienzo cambian según voy trabajando en ellas” porque su mente no para de crear y “a veces te sorprende, te queda mejor” lo que se va improvisando sobre la marcha.

“Tardo bastante tiempo en crear las piezas en sí” aunque eso siempre “depende de la complejidad”. Por ejemplo, cuando se trata de piezas sencillas “puedo sacarlas en semanas o días”, pero para las piezas más más grandes y complejas pueden pasar “meses en poder sacar la idea y llevarla a cabo”.

De un trozo de madera, de un palo, de un taco, de un tronco… cualquier pieza de madera le sirve a Javier para dejar volar su imaginación y crear auténticas obras de arte. Una satisfacción, la de trabajar con las manos, que no es la única en su día a día. 

También está esa sensación tan agradable de conectar con otras personas, de conseguir darle esa forma para que la madera transmita lo que Javier quiere que transmita y que cause la misma emoción en otras personas. Algo que Javier explica así: “aparte de poder ganarte la vida y obtener dinero de lo que vendas, también te gusta mucho y te llena el espíritu estar en una a feria, por ejemplo, ver cómo se te llena el puesto de gente, hacen un corro mirando y dicen `qué bonito, qué pasada, qué maravilla’. Entonces ya no te hace falta casi ni vender, es una cosa que ya te llena” el espíritu.

El soplete y el pirograbado son dos técnicas que Javier utiliza en algunas de sus piezas, y unas de las pocas máquinas que toca a la hora de crear. Algo que tiene relación con un gusto personal por el trabajo manual, pero también con algo más filosófico, con “ese trabajo lento, esa presencia del valor del tiempo”.

Un tiempo que Javier dedica a experimentar con otros materiales dando lugar a una fusión “que traslado a piezas artesanales”. El cobre y el bronce son los materiales más recurrentes a la hora de unirlos a la madera, entre otras cosas porque son “materiales nobles que se pueden reutilizar”. Y es que la sostenibilidad es uno de los pilares del proyecto de Javier. “No utilizo ningún tipo de aceite o cera. Puedo usar de vez en cuando tintes, pero siempre naturales hechos por mí mismo”.

Algo que enlaza con su forma de ver la madera. En su estado más puro, con todas sus imperfecciones. Porque cuando no se le aplica nada va cambiando y es en esos momentos cuando “la pieza coge más carácter, más fuerza”.

Y nos despedimos con una frase para todas esas personas que tienen un proyecto en mente y no se deciden a dar el paso: “talento tiene mucha gente, simplemente hay que tener valor para para darle esa vuelta y arrancar.”  

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