Una vez que el joven Iker había terminado la primera fase, la de la carrera universitaria, puso todo su empeño y dedicación en el doctorado. Esa segunda fase la desarrolló en la Universidad Politécnica de Madrid, donde durante cuatro años estuvo cultivando sus habilidades como investigador en sistemas industrializados. Pasado ese tiempo llegó la tercera fase: volver a Vitoria a formar parte de un proyecto de investigación basado en la rehabilitación de edificios y la eficiencia energética. La cuarta fase se encaminó hacia la madera, y más concretamente el bambú, en un proyecto de investigación con el que trataban de poner en valor las altas prestaciones de este material en diferentes aplicaciones. Ahí es donde se volvió a enamorar de la madera, lo que dio lugar a la sexta fase: juntarse con otra arquitecta, Itziar Gorosabel, y montar IG Karratu.
A día de hoy Itziar ya no forma parte del proyecto, pero en IG Karratu siguen “encantados de haber de fusionado ese punto de la calidad de vida, del ahorro energético y de cómo poder vivir mejor, con la maravilla de las maderas y de esos recursos que nos da la naturaleza”, nos cuenta Iker lleno de orgullo y satisfacción.
Iker, actual delegado de la Plataforma de Edificación Passivhaus en Navarra, lidera un equipo formado por cuatro personas que se apoyan en una red de colaboradores externos de total confianza. “Un equipo fantástico, un equipo especial”, como lo define Iker. Un equipo que desprende pasión y conocimientos a raudales. Y esa mezcla es, en gran parte, lo que ha permitido a IG Karratu convertirse en una de las referencias en lo que estudios de arquitectura se refiere.
“Por un lado están los conocimientos y por otro lado está la pasión. Yo vengo del mundo de la investigación científica, entonces me gusta investigar y me gusta saber qué es lo que estamos haciendo: que haya estudios previos, que haya una lógica constructiva, que haya referencias”. Son de ese tipo de profesionales a quienes les gusta “estar siempre a la última, y si a todo eso le metemos ese punto de pasión, yo creo que puede ser nuestra seña de identidad, nuestro lenguaje”.
Unas señas de identidad que en IG Karratu aplican a todos y cada uno de los proyectos que entran por la puerta del despacho. Dentro de su oferta de servicios abarcan tanto obra nueva como rehabilitación. “¿Qué nos gusta más?”, se autopregunta Iker. “Pues poder hacer las cosas bien”, se autorresponde. “Cada cosa tiene su puntillo”, si bien es verdad que la obra nueva “es la creatividad, es poder diseñar, responder de un modo sencillo a algo que está pidiendo el cliente y que luego sea capaz de adaptarse”, además de ayudar “a que vivan mejor, a que puedan disfrutar de sus casas, que sean conscientes de cómo viven”.
La rehabilitación es otro mundo. Como comenta Iker, “a todo el mundo le gusta revolver problemas de vez en cuando” y, en ese sentido, “tiene su valor poder decir vamos a recuperar este edificio y vamos a poner en valor lo que fueron unas antiguas cuadras del siglo dieciséis. Son pequeños retos que te dan ese puntito de alegría”.
La madera juega un papel fundamental en los proyectos de IG Karratu. Una apuesta que, para Iker, debe ir acompañada de un cambio de mentalidad. “Necesitamos que la ciudadanía sea capaz de poner de nuevo en valor la madera, recordar que tenemos un material fantástico que sirve para algo más que hacer muebles, que nos ha dado edificios que han durado 200, 300, 400 o 500 años y que si mantenemos esos edificios y hacemos un diseño constructivo coherente para esos materiales nos van a aguantar 200, 300 o 400 años más, lo que necesitemos”.
Pero ese cambio de mentalidad no se dará por ciencia infusa, sino que pasa por “hacer proyectos y productos de calidad". O sea, un edificio de calidad, una rehabilitación coherente y empleando, en la medida lo posible, materiales naturales y materiales sensatos y sensibles que vengan con una tradición y con una gestión completa del ciclo”.
En ese sentido, en IG Karratu apuestan por la madera local, aunque la disponibilidad a veces se convierte en un problema. De todas formas, tratan de usar maderas que se encuentren en un radio de menos de 300 o 400 kilómetros y que “que respeten los bosques, que tengan una durabilidad, que sean fáciles de trabajar, que nuestros carpinteros se sientan a gusto con ellas”.
Una forma de ver, de pensar y de actuar que Iker también difunde en su faceta como formador, en la que siempre trata de “transmitir la pasión y conseguir que a alguien también le brillen un poquito los ojillos cuando hablamos de resolver las cosa con elegancia y con criterio constructivo”. Porque, al fin y al cabo, es fundamental que esa semilla de la sostenibilidad acabe germinando y logrando que más profesionales se suban al carro. Esa será la forma de que la gente pida más madera. Porque, como dice Iker, “por suerte, la gente quiere vivir con calidad”.
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